Nunca hubiera imaginado un lugar con tanta ración de hermosura, sabiendo que alrededor ya hay belleza en abundancia, tras ver el coqueto refugio de la ERA DEL FUSTAL, hecho andar hacia la PEÑA DEL OLIVAR en un territorio único en estas tierras del sur, ajenas en bastantes ocasiones a las transformaciones que pretende el hombre, la sorpresa comienza a poco de empezar, no ya por el hecho de observar los pinos salgareños, altivos y señoriales, sino por lo umbrío del propio bosque bastante espeso, acercándose a ser casi lo selvático, encinas, quejigos, majuelos…….
No tardas mucho cuando empiezas a preguntarte, ¿esto es lo que veo?, ¿esto son acebos? ¿y tan altos?, porque es cierto que primero ves acebos, pero al verlos tan altos te sorprendes aún mas, uno y otro y otro mas y asi muchos, pequeños, medianos, altos y algunos muy altos y si este es el comienzo ¿como será el resto?.
El sendero a través del barranco de las Acebeas sigue siendo fresco y sombreado, te da la sensación como que es un sitio ajeno a cualquier renovación, aquí hay un rincón de vegetación de otros lugares, un pequeño cobijo especial por ver y respetar, en este punto hay un desvío muy especial según bajas a la izquierda puedes subir a Navalperal, otro tramo del que habrá que hablar otro día, con un ascenso de mas de tres kilómetros, pero con unas vistas y perspectivas insólitas.
Pero el sendero sigue y muere en un carril con un leve ascenso, al empezar a descender te encuentras un buen lugar, agua fresca de la sierra, un poyo para aposentar el trasero y como en lo andado se ha abierto el apetito habrá que tomar algo antes de seguir, aquí mismo a unos metros un Pozo de Nieve, un pozo de esos que no hace mucho tiempo se llenaban de nieve en invierno y se recogía a partir de la primavera y en recuas de mulos por la noche se transportaban a pueblos y ciudades.
No andamos mas de diez o quince minutos cuando de nuevo volvemos a un sendero, desde aquí las vistas te enamoran, a la derecha desde aquí y hasta el final de la ruta, las panorámicas son de lujo, este es uno de esos sitios en los que te gustaría poner nombre a todos aquellos lugares que ves en la distancia y te quieren decir algo, a la izquierda un enorme paredón con uno de esos caprichos que te ofrece la naturaleza, durante el sendero la ves y la observas, pero hay un momento que echas la vista atrás y allí está presidiendo y sustentando un lujo para la vista.
El vericueto sendero continúa, un pequeño ascenso que te deja ver el lado que antes no veías, desde allí el Yelmo se hace ver como el rey de lo mas alto, esbelto y observante de todo lo que rodea, pero el camino sigue, poco a poco se empieza a bajar, se desciende y se percibe en la vegetación de vez en cuando algunos madroños o enebros, sin dejar de ver encinas y quejigos, la bajada se hace desenfrenada, hay que ir cauto y pendiente del suelo, entre descanso y parada, vuelta a observar el horizonte, es el momento que empieza a aparecer Siles, su pantano y la vega cercana a la Peña del Olivar.
No queda mucho, ya en el último tramo algo mas relajado me da por preguntarme ¿quien se inventó este sendero?, ¿quien hizo parar el tiempo en esta tierra?, ¿quien renuncia a la soledad de este bosque y su belleza?, entre pregunta y pregunta, llego a la Peña del Olivar, ¿y porque no volver y disfrutar de tan MÁGICO SENDERO?