Buenas a todos amigos de Vadilleros. Ya que me conocéis un poco quiero hablaros de una de las tantas rutas que podemos llevar a cabo por el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. El marco es incomparable, en pleno corazón de la Sierra de Segura, la marcha se inicia en uno de esos rincones que parecen sacados de los cuentos, un paraje casi onírico, no es ni más ni menos que el nacimiento del río Segura, que da nombre a la Sierra y a un gran número de pueblos en toda la comarca.
Hay lugares que nunca se olvidan y para mí uno de ellos fue esta ruta que hice con mis compañeros y que repetiremos el día 1 de mayo con el C.D. Vadilleros por este espectacular valle donde sus dispersas cortijadas, ya casi en ruinas, parecen querer aguantar el transcurso de los años y de la adversa climatología que caracteriza la zona.
Comenzamos nuestro recorrido en el nacimiento del Segura, donde surge uno de los ríos más importantes en nuestro país que riega numerosos pueblos y zonas agrícolas. El agua brota de un manantial natural de la piedra, donde los azules, verdes y turquesas componen unos juegos de luces que siempre dejan atónitos. No puedo evitar incluir una foto para que os hagáis una idea de la belleza del lugar.
Desde allí iniciamos una suave subida en dirección al mirador de Juan León por unos bellísimos bosques de pino de pino laricio y zonas peladas de roca caliza que reflejan los rayos de sol con gran nitidez. A los pocos kilómetros tomamos un desvío a la derecha para alcanzar una antigua senda de pastores que desciende abruptamente hasta el valle de los Centenares. Según vamos perdiendo altura nos recibe una de las panorámicas más bonitas de todo el Parque Natural, la cortijada de Miravetes, son varias casas prácticamente olvidadas y medio derruidas a excepción de una en la que aún se puede hacer vivac.
Desde allí tomamos la pista forestal que recorre todo el valle paralela al arroyo de la Tinada, para ir ascendiendo hasta otra majestuosa cortijada de la que debido a la falta de conservación apenas quedan algunas ruinas, los Centenares. Numerosos cortijos que fueron expropiados en los años 50 y 60, de los cuales solo restan dos en pie. Paramos a descansar, a disfrutar del paisaje, a relajarnos y por supuesto a llenar nuestros pulmones del aire fresco y puro de la sierra. No hay palabras para hacer justicia a la magia y añoranza que transmiten sus paredes derruidas de piedra.
Seguimos camino en dirección al refugio del Campo del Espino, para desviarnos a la izquierda buscando el mirador de Juan León, un impresionante mirador natural desde donde se avista todo el valle que hemos transitado. Resulta imposible no detenerse a contemplar la belleza de este paraje y pensar cómo vivían las gentes que lo poblaban.
El último tramo del camino lo hacemos por el GR-7 por una pista forestal que nos regala paisajes de intensos contrastes, el verde de las hojas de la vegetación, el plateado de las cortezas de los pinos y el blanco de las rocas calizas cuyos escarpados relieves dan forma a estos montes. Poco a poco volvemos a nuestro punto de partida, el nacimiento del río Segura, quizá con las piernas cansadas pero con el corazón lleno de experiencias. Hasta la próxima entrega, amigos.
Por Francisco Castellano Martos